Queridas y queridos lectores. Os ofrecemos la introducción de nuestro nuevo libro La caravana de los amantes. Vislumbres del sufismo, de Janine Rodiles. Un texto profundamente espiritual e inspirador que relata el viaje al que nos enfrentamos cuando nos adentramos en un camino de crecimiento y trascendencia.
Tu resplandor brilla
en cada átomo de la creación.
Sin embargo, nuestros pequeños deseos
lo mantienen oculto.
Rumi
El 3 de octubre de 1996 hice el recorrido simbólico de la existencia dando cuatro pasos. Recibí la iniciación en la orden sufí Nur Ashki Al Yerráhi, de la mano de la Sheikha Amina Teslima, heredera en México de la transmisión espiritual de un linaje místico proveniente de Egipto y Turquía fundado por el Pir Hazreti Seyyid Muhámmed Nureddín Jerrahi, en el año 1704. En la década de los años setenta del siglo XX se hizo posible para los occidentales acceder abiertamente a estas rutas de realización interior, hasta entonces secretas y celosamente custodiadas por cofradías orientales.
Tenía 33 años cuando me fue transmitida la luz de este camino fina y amorosamente cultivado por seres de luz que han realizado su esencia divina en este plano terrenal. Mi búsqueda de un camino espiritual comenzó tras la muerte de mi primer maestro del sendero, el doctor Salvador Roquet Pérez, un devoto franciscano que a través de la psiquiatría y el chamanismo hizo de su vida un servicio de sanación mental y espiritual. El encuentro con Roquet me transformó radicalmente al desvelarme la esencia sagrada del corazón. Él hablaba de Dios, del amor y de la muerte tan naturalmente que era evidente que su conciencia habitaba en un estado de paz y claridad, despertando la devoción en mí. Partió al reino de la belleza divina en 1995. Con su muerte quedé desolada. La nostalgia por el amigo, amante y maestro, me llevó a la búsqueda. ¿Cómo puedo encontrar mi camino espiritual?, me preguntaba. La respuesta llegó a través de un sueño:
Subí unas escaleras de caracol y entré en una habitación saturada de luz intensa y brillante. Pisos con alfombras árabes vestían el salón celestial donde se encontraban seres humanos con cuerpos destellantes. Al final encontré a mi mamá preparando la comida en lo que parecía el cuarto de servicio.
De pronto, un átomo de luz se desprendió del Sol, vino girando y girando desde el cielo hasta llegar a mi cabeza y me dio un coco. Me desperté. Al abrir los ojos dije: “El sufismo”.
En junio de 1996 llegué a la Orden Sufí Nur Ashki Yerrahi, que desde 1985 celebra en la Ciudad de México ceremonias de remembranza divina Zikr U-Láh. Al entrar en esa casa -antaño un hospital de maternidad-, me quité los zapatos y recorrí el espacio hasta llegar a la celebración de la Unicidad de la Existencia. Me di cuenta de que había llegado a mi cuna espiritual. Una voz dentro de mí dijo: “Ésta es mi casa y aquí pongo mi fe”.
Existen muchos prejuicios sobre llevar una vida espiritual, y se suele acusar a las personas de fanatismo y alienación. Todo lo contrario. Las revelaciones y enseñanzas sagradas, las escrituras y la vida de los profetas, contienen los arquetipos fundamentales para el despliegue de la conciencia humana. Como diría Carl Gustav Jung: “Con la aparición de los Evangelios (y de todas las Escrituras) el hombre fue revolucionado psíquicamente”. Gracias a ellos podemos encarnar y comprender el drama psicológico y ser beneficiados con los mapas existenciales que nos ofrecen para dar respuesta al dilema humano. Quienes no han probado la miel, no podrán conocerla aunque intenten describirla, pero, sobre todo, nunca podrán volverse miel. Entrar en un camino espiritual no significa convertirte solamente en una buena persona, inofensiva para el resto de las criaturas, y alcanzar una estabilidad en todas las áreas de tu vida. Implica también lanzarte al vacío, quedar desnudo, con tu dolor, tu ternura y tu vulnerabilidad a la intemperie, y con esa fragilidad darte cuenta de que no eres más que un peregrino, hasta que descubres tu esencia en el lenguaje y la simbología de la eternidad, es decir, en la dimensión que está más allá de los límites del tiempo y del espacio.
Después de 24 años de práctica espiritual me doy cuenta de que el conocimiento de la Realidad, de las leyes del ser, del universo y los mapas existenciales para hacer un recorrido exitoso, excitante, con paz y plenitud, entre la vida y la muerte, se encuentra mucho más cerca de los linajes espirituales auténticos que de cualquier otra esfera epistémica. La religión es el Amigo, como diría Mevlana Yelal Od-Din Rumi (1207-1273), es la universidad del alma gracias a la cual desarrollas amor, paciencia, discernimiento, inteligencia, creatividad y sabiduría. Platón decía que el filósofo se prepara para la muerte.
Una máxima del sufismo es: “Muere antes de morir”. En la caravana de los amantes reconoces que sólo muriendo a tu yo limitado puedes renacer y encontrar tu humanidad, que está más allá de las representaciones de la personalidad pasajera. Con tus limitaciones navegas llevando los hechos de tu vida como acertijos íntimos de tu alma, hasta que la conciencia de la Unicidad te permea y te percatas de cómo cada acción genera consecuencias, y de cómo el Ser Supremo es el engarce indivisible donde se despliega la existencia sagrada, el núcleo donde gira incesantemente Su Misericordia. Gradualmente los ojos de tu corazón despiertan del largo sueño del engaño de la mente y del mundo convencional, hasta que aceptas la dulce y a la vez terrible aniquilación de tu individualidad, viendo emerger apacible y poderosamente tu esencia verdadera. Abandonas progresivamente tu identidad terrenal y vas reconociéndote como esa luz dentro de la Luz, cuyo hábitat es el infinito territorio del Amor.
Es necesario que los estudiosos y practicantes espirituales hagamos una traducción comprensible de la experiencia mística. Como dice Peterson: “En el principio fue la palabra: el Logos, razón y también conocimiento, así que podemos decir que la Creación se trata de la conciencia. El Ser manifestado se engarza al estado de participación consciente y a su capacidad para comunicar la experiencia de la Realidad. Esto es la existencia, la experiencia consciente de la realidad” (Peterson, 2017).
Actualmente hay un mercado esotérico de productos y servicios para el bienestar individual que mira con desconfianza a la religión. Ciertamente hay muchas distorsiones y peligros dentro de los grupos religiosos y es indispensable permanecer cautelosos. Pero cuando encuentras un verdadero maestro y un sendero místico auténtico es un privilegio y un tesoro. Si te “matriculan” necesitas disciplina, honestidad y entrega. Para ello es importante no solamente que practiques diariamente sino que te abras al proceso de transformación que vendrá. Bert Hellinger dice: “Lo religioso es lo más íntimo. Suelo evitar la palabra espiritual siempre que puedo, porque es muy abusiva y la mayoría de los que se llaman espirituales se han negado a la purificación” (Hellinger, 2000). Efectivamente. La vida espiritual tiene que ver con un trabajo interior diario y comprometido de decantación de tus habilidades cognitivas, existenciales y afectivas, que te permitirán gradualmente desarrollar cercanía e intimidad, antes que nada contigo misma o contigo mismo, y simultáneamente con la Esencia del Ser que es trascendente e inmanente. Se requieren aptitudes atencionales, perceptivas y racionales, y también el ejercicio de la sinceridad, la caridad y el despertar de sentidos interiores para la interpretación correcta de tu mundo interior y exterior, así como la actuación comprometida en la vida pública, ganando los medios de subsistencia de manera legal y noble. También te impone un trabajo sistémico, es decir, la revisión e inclusión amorosa de las memorias ancestrales, particularmente de tus padres y de por lo menos tres generaciones atrás.
Como mis lectores saben, soy psicóloga clínica, escritora y poeta. Desde los 16 años me interesó la vida intelectual y el servicio a los demás, y hasta mi llegada a esta orden sufí nunca quise afiliarme a ninguna organización ni política, ni religiosa, ni social, porque detesto la manipulación y estimo mi libertad como ente pensante corporeizado. No obstante, al ser iniciada en este linaje místico, afortunadamente, pude asumir un compromiso sincero de acuerdo a mis capacidades.
Este libro habla de las experiencias, los retos y las reflexiones de la práctica espiritual de tradiciones orientales en un contexto occidental, particularmente de caminos sagrados que se transmiten directamente por maestros autorizados en cadenas de transmisión de órdenes místicas con milenios de historia en la realización humana. Muchos profesionales de Occidente nos hemos enriquecido ampliamente al tener acceso a estos portentos de sabiduría. En mi caso he recibido iniciaciones (además del sufismo) en el Buda de la Medicina y de la Compasión, Buda Avalokiteshvara, así como del Reiki de Usui Mikao, la Meditación Vipassana de la escuela de Achan Sobin en Tailandia, y la práctica del Yoga en diversas escuelas. Dos décadas y media de recorrido consciente en estos senderos es poco, aunque para mí es significativo, intenso y dichoso. Me han devuelto el mandala existencial, es decir, un sentido intrínseco de perfección que te re-crea y te transforma.
Muchas de estas reflexiones parten de mis estudios de postgrado en Religiones Comparadas, tanto en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, como en el Instituto de lo Sagrado Luz sobre Luz. Como profesora asignada del módulo del Islam dentro del diplomado “Las Religiones del Mundo” en la Universidad La Salle de Cuernavaca, Morelos -desde hace dos décadas-, he podido profundizar en la enseñanza y aprendizaje de las tradiciones sagradas. Mi único anhelo es compartir esa fragancia de la rosa que nos eleva a la certeza de que esta vida es un viaje de retorno a nuestra esencia divina.